sábado, 19 de mayo de 2012

Psicoterapias Psicoanalíticas. Publicado por la editorial Manuscritos

Con la publicación de La interpretación de los sueños de S. Freud, en 1900, se empieza a fundamentar de forma coherente una de las teorías psicológicas más importantes del siglo XX, el psicoanálisis. Esta joven disciplina pronto tuvo una influencia determinante en amplias esferas del saber humano; se convirtió en una teoría del funcionamiento psíquico, en un procedimiento terapéutico que comenzó tratando las neurosis y se extendió a otros trastornos psicopatológicos, y en un método de investigación de un mundo hasta entonces desconocido, el inconsciente, así como en un instrumento de análisis en ámbitos tanto sociológicos como antropológicos y artísticos. Como ocurre con el desarrollo de cualquier teoría, el psicoanálisis fue objeto de diferentes controversias internas que dieron pie al surgimiento de nuevos planteamientos clínicos. Algunas de éstas llevaron a importantes psicoanalistas a separarse de Freud, como fue el caso de A. Adler (1911) y C.G. Jung (1913), elaborando sus propios métodos, la psicología individual y la psicología analítica. En otros casos, aun permaneciendo dentro del ámbito psicoanalítico, se introdujeron ampliaciones e incluso modificaciones muy considerables a la hora de entender el conflicto psíquico y su relación con lo inconsciente y su análisis; éste fue el caso de analistas como H. S. Sullivan, W. R. Fairbairn, W. Reich (antes de su derivación hacia lo psicocorporal), M. Klein, J. Lacan, R. Winnicott, H. Kohut… En la actualidad, más que hablar de psicoterapia psicoanalítica es correcto hablar de psicoterapias psicoanalíticas, aunque los defensores a ultranza de la ortodoxia se resistan a ello. Pero lejos de considerar la pluralidad como enemiga de la seriedad, la minuciosidad, la profundidad y el orden, la podemos observar como una posibilidad de mantenerse al margen de posturas propias de la ideología de las diferentes escuelas psicoanalíticas y propiciar una renovación teórico-clínica, así como de abrir cauces de diálogo, controversia e integración. Los autores de este trabajo tienen en común una dilatada e importante experiencia en el campo de la psicología clínica y una formación rigurosa en su planteamiento analítico. Otro de los puntos de unión de este grupo de profesionales es que la elaboración teórica, que cada uno de ellos ha plasmado en su capítulo, no es fruto de una heterodoxa mezcla, sino de un planteamiento riguroso en el que aparecen configuraciones que parten de un modelo integrativo complejo o de una perspectiva más relacionada con un punto de vista específico, siendo un elemento común a todas ellas la apertura y la amplitud de miras que representan sus diferentes discursos clínicos. La diversidad de aproximaciones al hecho clínico expresadas en esta obra es trasmitida con estilos y formatos muy diferentes. A los autores de este trabajo nos ha parecido muy importante respetar esta diversidad, que es reflejo del movimiento de la psicoterapia en el mundo actual, a pesar del riesgo de que esta perspectiva pueda ser considerada excesivamente abierta o incluso ecléctica; quizás con ello podemos correr el riesgo de aparentar cierta falta de coherencia en la forma, pero creemos que aun así vale la pena. La riqueza dada por la existencia de una pluralidad de modelos psicoterapéuticos—en sintonía con la diversidad reivindicada por las filosofías postmodernas—nos permite ver la realidad psíquica desde diferentes ángulos y, por tanto, nos abre a la posibilidad de intervenciones terapéuticas desde vertientes teóricas y clínicas distintas. Esperemos que el presente trabajo pueda ser una contribución a ello. Javier Castillo y Manuel Sides

domingo, 17 de octubre de 2010

Psicología Profunda. Pasado y presente de la práctica analítica


Editado por Manuscritos, Madrid 2010.
El libro que van a leer tiene dos partes bien diferenciadas y en muchos aspectos complementarias.
La primera parte es una aproximación histórica al surgimiento y desarrollo de la psicología profunda, realizada por un profesor universitario, que lleva más de 20 años impartiendo docencia en el campo de la historia de la psicología, el Dr. Juan Carlos Pastor. Desde su posición académica, y mediante una narración explicativa, crítica y desapasionada, describe el origen de la psicoterapia y de las diversas visiones psicoanalíticas desde una óptica externa a la práctica analítica. En una línea de exposición que conecta el pasado, presente y futuro de la especialidad, integra la teoría y práctica analítica en el conjunto de la psicología moderna, vinculando los desarrollos de la psicología dinámica a la ciencia cognitiva y relacionando conceptos tradicionalmente psicoanalíticos con investigaciones y planteamientos de la ciencia psicológica contemporánea.
La segunda parte es una descripción de la práctica clínica actual, realizada por un analista con más de 25 años de experiencia clínica, el Dr. Javier Castillo. Su amplia formación en diferentes escuelas, le permite tener una visión amplia e integrativa del análisis de lo inconsciente. Como clínico y autor de numerosos libros relacionados con el análisis y la psicoterapia, nos ofrece en esta parte una visión fresca y aplicada de la psicología profunda, centrada en la práctica clínica desde la orientación psicodinámica. Argumentando con rigor, describe las diversas dimensiones psicoanalíticas como ángulos distintos de la experiencia psíquica, e ilustra el trabajo clínico de forma original, con casos reales y mediante la transcripción de algunos pasajes extraídos o inspirados en su propia experiencia terapéutica.
La vasta formación de ambos autores los sitúa en un lugar privilegiado para ordenar el material proveniente de las psicologías analíticas. Lejos de los eclecticismos que mezclan sin orden ni concierto materiales dispares, el esfuerzo de ordenación realizado por los autores proporciona una línea argumental coherente y un modelo integrador y flexible para entender la psique. Sin duda, para el estudioso de la condición humana, el libro Psicología Profunda constituirá un valioso punto de referencia para entender la historia y la vigencia de las diferentes dimensiones psicoanalíticas.


Prof. Dr. Javier Ferrero Berlanga.
Director del Departamento de Personalidad, Evaluación y Tratamientos Psicológicos de la Universidad de Valencia

miércoles, 12 de agosto de 2009

Razón y fuerza del mito. Las relaciones de Eros y Psique en el espacio Analítico


Publicado por la editorial Fata Morgana, México 2009.
El interés del psicoanálisis por los mitos comienza en su época heroica, durante esa Belle Époque que sería tragada por la Gran Guerra iniciada en 1914. El pistoletazo de salida lo da Freud en un artículo de 1907, publicado un año después, “El poeta y los sueños diurnos”, donde casi al final puede leerse que “es muy probable que los mitos […] sean residuos deformados de fantasías desiderativas de naciones enteras que corresponden a los sueños seculares de una Humanidad joven”.
Esa intuición que asocia sueño y mito será retomada por sus discípulos más cercanos, y en 1909 salen a la luz los estudios de K. Abraham, “Sueños y mitos”, y de O. Rank, El mito del nacimiento de héroe, quien ya había sugerido en El artista (1907) que los mitos podían analizarse como sueños colectivos. Ambos autores se sirven de la teoría freudiana del cumplimiento de los deseos reprimidos y aplican a la constitución del mito los procesos de creación onírica ideados por Freud (condensación, desplazamiento, elaboración secundaria y figurabilidad o presentabilidad).
En cuanto a Jung, empieza su inmersión en la mitología ese mismo año, a su regreso de las Conferencias Clark, y en 1911 dará a la imprenta la primera parte de su voluminoso Metamorfosis y símbolos de la libido, cuya segunda parte, publicada al año siguiente, le costará la relación con Freud, quien opondrá Tótem y tabú (1913), su propio mito de los orígenes de la sociedad humana, a las tesis de Jung.
Iniciado el siglo XXI, la mitología ocupa un lugar preeminente en las ciencias del espíritu y constituye el núcleo fundamental de la historia de las religiones. Ante la crisis de los fundamentos racionalistas en esta era de incertidumbre y cambio, que sirven de coartada a la tecnociencia reduccionista y mecanicista, la religión manipulada políticamente sin recato, la economía como nueva teología de la crueldad y la política reducida a mera propaganda, el logos, traicionado y cercenado en su médula espiritual, acosado por el nihilismo, busca hoy renovarse en las aguas primigenias del mito y revitalizar así en contacto con el alma su instrumento principal, la imaginación creadora, gracias a la cual se materializa el sentido.
Javier Castillo viaja con soltura por este muy extenso continente, como comprobará el lector, con el objetivo de ampliar y profundizar la psicología analítica en su aplicación práctica, la psicoterapia. Manejando con precisión la noción de arquetipo trae a nuestra mirada sueños, vivencias y conductas para hacer aflorar su sentido, su razón, a través de ese lenguaje del alma que es el mito.
Siguiendo este camino, ofrece su aportación al conjunto de estudios junguianos sobre el cuento de Apuleyo “Eros y psique”, núcleo de su Metamorfosis o el asno de oro, debidos a primeras espadas de la psicología analítica clásica, Neumann o von Franz, o de la arquetipal, como López-Pedraza.
Espero que el lector no sólo paladee las páginas que siguen, sino que sienta también resonar en su alma la verdad del mito, que, en palabras de Eliade, siempre cuenta cómo algo ha venido a la existencia.

Enrique Galán Santamaría, mayo 2009

De lo Dinisiaco a lo Demoniaco. Psicoanálisis de la culpa, el miedo y otros sentimientos



Publicado por la editorial Manuscritos, Madrid, 2008.
¿Qué pasaría si, por un momento, imagináramos que somos algo más que Yo, si dejáramos de ser «hijos del monoteísmo» para dar cabida dentro y fuera de nosotros a una pluralidad auténtica —es decir, ajena a la eterna repetición de lo mismo en que consiste el Mercado— de instancias psicológicas y de dioses-guía, si renunciáramos a tenerlo todo tan claro y abjurásemos de cielos y de infiernos y nos quedásemos en esta tierra, tratando de escuchar nuestro latido en ella y de escucharla a ella con cada poro de la naturaleza que somos? ¿Qué pasaría si, como reclama Javier Castillo hacia el final del libro, «trabajáramos con la falsedad, el engaño, el frío, la crueldad, la depresión, la inferioridad o la suciedad sin ningún tipo de moralismo, para poder enriquecer nuestra psique y dirigirnos hacia la individuación» (es decir, para dejar de ser Masa «en conformidad con las características de la situación»), si reconociéramos que «la construcción y la destrucción son dos aspectos que van al unísono en la realidad que nos envuelve» (es decir, de la naturaleza sintiente y razonante que somos) y creáramos «espacios donde “ritualizar”» cuanto impulsos reprimimos o literalizamos o domeñamos a duras penas y que nos salen siempre por donde menos se lo espera, es decir, si, siendo de veras naturaleza humana, cultivásemos lo que de más humano y natural hay en nosotros? ¿Qué pasaría, en suma, si de veras quisiéramos conocernos a nosotros mismos y atrevernos a saber, a emprender ese camino sin fin que transcurre en vilo y sólo acaba de súbito? Quizás algo tan doloroso como liberador y extraordinario.
Ha escrito Javier Castillo un nuevo libro en el que queda claro su compromiso con lo mejor de la tradición psicológica y de la exposición literaria de ésta, en la que el análisis de casos analizados a lo largo de sus más de veinte años de trayectoria profesional se completa con el relato de algunas experiencias vitales que han marcado al autor, de manera que la reflexión a la que se someten todos esos materiales para mejor atisbar el sentido de las cosas arraiga siempre en el terreno de la experiencia concreta y el lector tiene la oportunidad, parece que cada vez más rara, de convertirse en espectador de lo que, en libros de esta índole, a menudo se calla, no se sabe si porque se lo considera innecesario, embarazoso, arriesgado o prohibido, como secreto de iniciados que debe quedar a salvo del vulgo o cortina tras la que siempre quedará oculto todo posible yerro. Suma a ese mérito el doctor Castillo la habilidad cada vez mayor con la que hilvana y presenta materiales tan diversos. Por todo ello merece nuestro apoyo, simpatía y enhorabuena.

Francisco López Martín

Cómo Psicoanalizamos. De cómo la psicoterapia aborda el padecer humano


Publicado por la editorial Manuscritos, Madrid, 2008.
Prólogo
El psicoanálisis y la psicología analítica, lejos de ser disciplinas ancladas en presupuestos anticuados, representan dos importantes corrientes dentro de la psicología clínica actual. Prueba de ello es su presencia en las diferentes comisiones de trabajo, que giran en torno a la psicología de la salud, de los colegios profesionales. También en las Facultades de psicología españolas va en aumento la presencia de asignaturas en donde la psicoterapia de corte analítico cumple un importante papel.
Ha sido clara la evolución y desarrollo de esta forma de entender la psique así como de las diferentes herramientas terapéuticas que se utilizan en el marco psicodinámico. El psicoanálisis es el genial Freud, pero también es Klein, Winnicott, Kohut y Lacan. Lo mismo podemos ver reflejado en la psicología analítica después de Jung; von Franz, Neumann, Hillman y Fordham, entre otros. Todos estos autores, amplían, desarrollan y enriquecen la forma de entender los complejos procesos que se desarrollan en la psique.
Cuando los editores del presente trabajo me explicaron las pretensiones del mismo me pareció una idea muy interesante por dos razones; la primera por la importancia de las psicologías analíticas, como he descrito en las líneas anteriores; la segunda por la escasa producción dentro del campo de la psicología clínica de obras en donde se pueda ver, pensar y contrastar diferentes praxis y estilos en el trabajo psicoterapéutico. Sin duda estas contribuciones ayudan a enriquecer de forma notable los planteamientos científicos de una disciplina como la psicología.
Las diversas aproximaciones al hecho clínico, que realizan los autores del presente libro, vienen enmarcadas en esta riqueza de planteamientos a la hora de entender el proceso clínico, hecho que se ve reflejado de forma clara en las diferentes formas y estilos con que se describen los abordajes terapéuticos y se da cuenta de los postulados teóricos que los sustentan. Pero dentro de la diversidad existe un elemento común: la formación rigurosa y amplia que encontramos en los autores de este trabajo.
En relación a los editores de esta obra, el Dr. Javier Castillo y el Dr. Raimundo Guerra, decirles que son clínicos e investigadores experimentados dentro del campo de la integración en psicoterapia. El Dr. Castillo lleva siendo asesor de este profesional de la psicología cognitiva que redacta el prologo más de una década en temas de psicoanálisis y psicología analítica, además quiero resaltar su papel como escritor y director de programas de formación en donde el Colegio Oficial de Psicólogos de la Comunidad Valenciana ha tenido una importante colaboración.
El Dr. Guerra es profesor de psicoanálisis en diferentes ámbitos, privados y académicos, en donde el Colegio ha prestado su reconocimiento y colaboración y pese a su juventud es uno de los escritores más prolíferos en analizar temas existenciales desde una óptica psicoanalítica, introduciendo así un instrumento serio a la hora de abordar temas que durante mucho tiempo han sido secuestrados por las denominados libros de autoayuda.
En definitiva una obra que por su seriedad, riqueza y diversidad debe ser leída por estudiantes, investigadores y clínicos que quieran desarrollar y ampliar sus conocimientos de la práctica psicoanalítica.

Dr. Francisco Santolaya Ochando
Presidente del Consejo General de Colegios Oficiales de Psicólogos
Decano del Colegio Oficial de Psicólogos de la Comunidad Valenciana

miércoles, 4 de abril de 2007

El valor del sufrimiento


Publicado por Desclée de Brouwer, Bilbao, 2007.

El sufrimiento es la materia prima de toda psicoterapia, que consiste en trabajar pacientemente sobre él para transformarlo en autoconocimiento. Un conocimiento experiencial de aquello que nos constituye como sujeto psicológico y, consecuentemente, en sujeto moral. Si nuestros actos son expresión palpable de la naturaleza propia y de la capacidad concreta en cada momento para actuar sobre nuestro medio externo y mantener el contacto con el interior, la patología que trata la psicoterapia afecta a esos tres referentes en su diferente nivel de complejidad. El enfoque psicológico centra su atención en el significado que tienen para el sujeto sus actos y estados psíquicos, expresado en el valor emocional que les presta y el lugar que ocupan en su discurso.
El libro de Javier Castillo se fundamenta en el cotidiano lidiar con el sufrimiento de los pacientes psíquicos. Muy consciente de la complejidad y responsabilidad de su trabajo como psicoterapeuta, sabe que todo instrumento conceptual es parcial y que sólo una visión amplia y multifocal puede acoger la enorme variabilidad del hecho clínico. En un primer libro, fruto de su tesis doctoral, Psicología analítica e integración (2002), establece un modelo conceptual de la psicología profunda articulando las vías freudiana, junguiana y reichiana. En su siguiente publicación, Los sueños en la vida, la enfermedad y la muerte (2005), amplía ese modelo, apoyándose en la historia de las psicologías profunda, humanista y transpersonal, y lo aplica específicamente al sueño. Inaugura además una forma de investigación que utiliza también en esta obra. Consiste en analizar las imágenes que surgen en los relatos, sueños o la práctica de la imaginación activa tanto de sus pacientes como de él mismo, a veces como análisis de la contratransferencia, fundamentando sus hipótesis interpretativas en un buen conocimiento de la literatura pertinente.
El valor del sufrimiento tiene un interés didáctico muy acusado. No sólo por la información sobre las diversas conceptualizaciones del sufrimiento en la psicología profunda y derivados, en sí muy útil, sino por el cuidado y detalle en la delimitación de los contextos personales y colectivos necesarios para entender el significado de cualquier imagen espontánea de la psique individual y del comportamiento correspondiente. Es decir, esta obra presenta tanto la teoría como la práctica de la psicoterapia de Javier Castillo.
El autor sólo pretende hacer explícitos los presupuestos teóricos puestos en juego en su labor asistencial. Presupuestos que surgen de la historia de la psicoterapia moderna inaugurada por Freud y diversificada en el siglo XX. Junguiano confeso, Castillo se sabe hijo de ese desarrollo y no descalifica ninguna corriente sino que ve la complementariedad de todas ellas. Intenta ser justo con el esfuerzo de los diferentes tipos de profesionales –en la actualidad son más de 700 las formas de psicoterapia- y sabe que sólo puede dar fe de su específica perspectiva personal. Perspectiva construida a lo largo de tres décadas de formación, trabajo clínico y organizativo en el ambiente profesional de nuestro país.
No está de más recordar sumariamente la naturaleza de este ambiente profesional para calibrar el carácter de este libro. Empezando por la penetración del psicoanálisis y de las diversas psicoterapias en España. Es conocido que la primera edición internacional de las Obras completas de S. Freud es la española, iniciada en 1920. Finalizaba con ello una etapa inaugural que comienza en 1893 y que en esa veintena de años lleva a psiquiatras, médicos, juristas, psicólogos, pedagogos, dramaturgos, novelistas y cineastas a interesarse de forma entusiasta o crítica por la novedad que entonces suponía el psicoanálisis, en sus formulaciones freudiana, adleriana y junguiana. El desarrollo de la psiquiatría española después de la primera guerra mundial experimenta una aceleración en la II República, periodo que supone para el psicoanálisis su implantación universitaria, asistencial, académica y editorial.
La guerra civil desencadenada por la rebelión militar entierra entre sus escombros esa sólida neuropsiquiatría que articulaba neurología cajaliana, psicología experimental, psiquiatría kraepeliniana, psicología profunda y pedagogía psicológica. En el seno de la trágica diáspora hay bastantes psiquiatras, entre ellos el primer psicoanalista español reconocido por la Asociación Psicoanalítica Internacional, Ángel Garma, o Emilio Mira y López, primer catedrático de psiquiatría y autor del primer manual de psicoanálisis en España. En la posguerra, dominio profesional y académico de una psiquiatría militar y nacional-católica, que no cejó en atacar, más que criticar, a la psicología profunda; debacle de la industria editorial; prohibición de las obras de Freud… Un panorama pesimista que sólo aliviaba saber que el impulso tomado por el psicoanálisis antes de la guerra fructificaba en Argentina, cuya producción editorial sostendría las necesidades de España, y en Canadá.
Los esfuerzos inauditos de un pequeño grupo de psicoanalistas, entre ellos Juan Rof Carballo, a partir de los años cincuenta del siglo XX, alumbrarán en la década de 1960 una cierta organización profesional y la leve penetración social de la psicoterapia. La formación de psicoanalistas empieza a reglarse y van abriendo gabinetes de psicoanálisis psiquiatras y psicólogos que han realizado un análisis didáctico, pertenezcan o no a las distintas asociaciones. El hito de este tiempo es la creación de una comunidad terapéutica psicoanalítica a finales de los años cincuenta. Los psicoanalistas de esa época, sobre todo psiquiatras, integraron en el sustrato freudiano todos los desarrollos psicoanalíticos, sin exclusión de escuelas. Críticos con la rigidez de las instituciones psicoanalíticas y abiertos a cualquier desarrollo en el ámbito de la psicoterapia, estos primeros profesionales tiñeron el psicoanálisis español de un carácter sincrético y plural, libre, que ha permanecido hasta hoy. Un psicoanálisis ajeno a la universidad y la academia por orden ministerial.
En la década de 1970, cuando Javier Castillo inicia su formación, aparecen en la profesión las psicoterapias humanistas y, bien entrada de década, la renovación lacaniana. En la universidad, sobre todo en las facultades de psicología, el psicoanálisis deja de ser negado, poco más. Los psicoterapeutas se van posicionando en las distintas corrientes y sus diversas didácticas, creándose una ambiente profesional más sólido y diferenciado, más relacionado internacionalmente a partir de los renovadores años ochenta.
La formación de Javier Castillo ha ido al compás de su tiempo. Su análisis personal y didáctico le pone en contacto progresivamente con varios analistas de distintas escuelas: clásica, reichiana, lacaniana y junguiana. Su interés por las psicoterapias humanistas, cuyas técnicas utiliza, le conduce naturalmente a la psicología transpersonal, con conocimiento in situ de la vía chamánica. En ese tiempo ha sido uno de los impulsores de la organización profesional de la vegetoterapia reichiana y de la psicología transpersonal. Todo ello evidencia el carácter integrador de su psicoterapia.
En este libro, el autor quiere, “a partir de mi experiencia clínica exponer la forma de concebir las relaciones entre la mente y el cuerpo y su vinculación con el sufrimiento”. En su disertación, organizada en cuatro partes y una conclusión, Castillo va pasando revista a las formas y sentido del sufrimiento. Para ello establece un espectro de la consciencia (mágica, imaginal, yoico-mental y analítico-integrativa) en el individuo y en la epistemología. Le sigue una consideración amplia de la depresión, desde presupuestos dinámicos, antropológicos y arquetipales, y de la psicoterapia que puede hacer del sufrimiento un autoconocimiento. Corona este libro el análisis arquetipal del gnóstico Himno de la Perla.
Dentro de la escasísima producción editorial de la psicología analítica original en nuestro idioma, centrada en estudios académicos más o menos eruditos de la obra de Jung, Javier Castillo introduce la dimensión clínica y la obra de los posjunguianos. No es poco. Queda ahora al lector internarse en las páginas que siguen y extraer sus propias conclusiones.


Enrique Galán Santamaría

viernes, 9 de marzo de 2007

Los sueños en la vida, la enfermedad y la muerte


Publicado por Biblioteca Nueva, Madrid, 2005.

En este apartado quisiera volver sobre el aspecto básico de ese finalismo, la función de compensación, introduciendo además otras dos funciones complementarias que hasta ahora no se han tocado: la prospectiva y la reductiva.
Como ya hemos comentado en múltiples ocasiones, desde la perspectiva de la psicología analítica el sueño tienen como función básica la compensación, en el sentido de autorregulación del organismo psíquico. El inconsciente, por mediación de las imágenes oníricas, contribuye a enderezar determinadas actitudes de la conciencia que por su rigidez y unidireccionalidad se han vuelto perniciosas para el desarrollo del sujeto. Aunque a veces la compensación puede ser directa (por ejemplo, el sueño en donde empequeñezco), lo usual es que, a través de determinados personajes y de sus respectivos dramas, los sueños nos ofrezcan la posibilidad de diseñar un mapa que nos sirva de orientación en nuestra actividad consciente, integrando parte de ese mundo interno y propiciando cambios en nuestra conducta.
Como ejemplo de sueño de compensación, me gustaría analizar el siguiente material, propuesto por una de mis pacientes:

Estoy en el desierto, ante construcciones de barro, huyendo porque tengo algo que ellos quieren (se trata de un grupo de gente indiferenciada). Llego a otra edificación donde hay celdas, como si se tratara de un monasterio. En esta construcción hay un monje. Aparecen unas manos y lo estrangulan. Una voz me dice lo increíble es creíble y lo creíble es increíble.

En la sesión, la mujer asoció al monje con un sujeto espiritual e introvertido, cuya actitud austera propiciaba la entrada en contacto consigo mismo. El desierto también se asociaba con un lugar de meditación. En la situación consciente de la analizada existía una gran preocupación por lo que a ella se le aparecía como su desarrollo espiritual: por una parte, había descubierto su facilidad para utilizar la imaginación como instrumento con el que trabajarse a nivel interno, pero por otra el recurso a esa herramienta le producía un cierto temor a perder el control y la seguridad, lo cual le hacía evitarla. Por contraposición, en la terapia caía en una posición exageradamente productiva, en donde lo importante era que yo le analizara el mayor número de sueños. Era evidente que con su talante estaba estrangulando el trabajo espiritual e impidiendo que lo invisible (la dinámica del inconsciente) se hiciera creíble, al mismo tiempo que seguía con su actitud extravertida, que le impedía escapar de lo ordinario. En este caso, el sentimiento de miedo no era un mecanismo saludable que le permitía protegerse de un derrumbamiento de su personalidad, sino un temor infantil ante la posesión de su complejo materno (necesidad de seguridad y protección). En definitiva, el sueño, con el motivo central del estrangulamiento, señalaba a la paciente que tenía ante sí una serie de posibilidades vitales que estaba reprimiendo. Escuchar el mensaje del inconsciente implicaba en este caso modificar su actitud represiva, realizar un esfuerzo de introversión y profundizar en su práctica meditativa mediante la imaginación. En este sentido el sueño, con sus imágenes, compensaba la actitud consciente de la soñante.
Tras el análisis de este sueño de compensación, me gustaría dar un paso más en mi estudio de las funciones del inconsciente para hablar de una muy importante pero que hasta ahora no hemos tocado: la prospección. Jung definía la función prospectiva como la posibilidad de anticipación en lo inconsciente de futuras acciones conscientes, es decir, una especie de ejercicio preparatorio o anteproyecto.[1] Se trata de una combinación anticipada de probabilidades que puede coincidir con el curso real de los acontecimientos, aunque no tenga por qué hacerlo en todos sus detalles. El sueño podría proponer actividades específicas para facilitar la salida de determinados conflictos. El autor suizo nos previene ante una posible sobrevaloración de esta función que nos lleve a pensar que los sueños son “conductores de almas” capaces de proporcionarnos instrucciones infalibles para dirigir nuestra vida.
Otra de mis pacientes tuvo un sueño que me parece un excelente ejemplo de la función prospectiva del material onírico:

“Estoy dando un masaje a una persona. Voy al baño y no paro de sangrar. Vuelvo y veo mi madre que me dice que no me puedo ir de allí y dejar a la persona. Estoy enferma, la persona se marcha y el cuarto se convierte en una iglesia.”

La analizada, en su realidad cotidiana, se veía “desangrada” en la medida en que no paraba de darse a los demás, como había hecho su madre con su familia. La identificación con el complejo materno hacía que la paciente se quedara sin vitalidad. Ante esta situación, el sueño propone una solución: la transformación de la sala de masajes en una iglesia. Lo que podemos traducir como la renuncia a una actitud extravertida, donde la ayuda y la relación con los demás se convierten en “una pérdida continua de sangre”, y la adopción de una actitud mucho más recogida, donde el cuarto se convierte en un espacio de introversión y búsqueda interna.
Como último punto de este breve repaso a las funciones de la producción onírica, me referiré a la reductora. Esta función se encuentra vinculada al trasfondo personal del individuo, y en ella los deseos sexuales reprimidos, incluidos los infantiles (marco de referencia del psicoanálisis), y los complejos vinculados al poder (marco de referencia de la psicología individual) adquieren un protagonismo relevante. Un joven analizado tuvo el siguiente sueño:

Estoy en presencia de una mujer muy guapa, aunque mayor. Creo que es una actriz conocida. Siento deseos de mantener relaciones sexuales con ella.

El paciente, que ya había cumplido los 18 años, se había atrincherado en su habitación, siendo su única distracción los juegos con el ordenador, con los que consumía buena parte de su tiempo. No tenía conciencia de sentir deseos de cierta pregnancia de mantener relaciones sexuales, y ni siquiera existían fantasías que acompañaran a prácticas masturbatorias. Su posición frente al mundo era de un infantilismo muy intenso, con grandes dificultades para la extraversión. En el sueño, resulta claro que su inconsciente ponía en evidencia determinados deseos, cargados por otra parte de una carga edípica, que su conciencia no llegaba a aceptar.
En resumen, podemos decir que para la psicología analítica la función primordial del sueño es la de la compensación, que permite a la conciencia corregir su dirección en vías de la individuación. Esta función puede ir acompañada de otras, como la prospección, que facilita determinadas claves para que esa corrección pueda ser directa, aunque sin excluir la aparición de sueños ligados al mundo instintivo y personal, ante los que cabe hablar de una función reductora.


[1] Jung, C.G., Energética psíquica y esencia del sueño, Paidós, Barcelona, 1995.