miércoles, 4 de abril de 2007

El valor del sufrimiento


Publicado por Desclée de Brouwer, Bilbao, 2007.

El sufrimiento es la materia prima de toda psicoterapia, que consiste en trabajar pacientemente sobre él para transformarlo en autoconocimiento. Un conocimiento experiencial de aquello que nos constituye como sujeto psicológico y, consecuentemente, en sujeto moral. Si nuestros actos son expresión palpable de la naturaleza propia y de la capacidad concreta en cada momento para actuar sobre nuestro medio externo y mantener el contacto con el interior, la patología que trata la psicoterapia afecta a esos tres referentes en su diferente nivel de complejidad. El enfoque psicológico centra su atención en el significado que tienen para el sujeto sus actos y estados psíquicos, expresado en el valor emocional que les presta y el lugar que ocupan en su discurso.
El libro de Javier Castillo se fundamenta en el cotidiano lidiar con el sufrimiento de los pacientes psíquicos. Muy consciente de la complejidad y responsabilidad de su trabajo como psicoterapeuta, sabe que todo instrumento conceptual es parcial y que sólo una visión amplia y multifocal puede acoger la enorme variabilidad del hecho clínico. En un primer libro, fruto de su tesis doctoral, Psicología analítica e integración (2002), establece un modelo conceptual de la psicología profunda articulando las vías freudiana, junguiana y reichiana. En su siguiente publicación, Los sueños en la vida, la enfermedad y la muerte (2005), amplía ese modelo, apoyándose en la historia de las psicologías profunda, humanista y transpersonal, y lo aplica específicamente al sueño. Inaugura además una forma de investigación que utiliza también en esta obra. Consiste en analizar las imágenes que surgen en los relatos, sueños o la práctica de la imaginación activa tanto de sus pacientes como de él mismo, a veces como análisis de la contratransferencia, fundamentando sus hipótesis interpretativas en un buen conocimiento de la literatura pertinente.
El valor del sufrimiento tiene un interés didáctico muy acusado. No sólo por la información sobre las diversas conceptualizaciones del sufrimiento en la psicología profunda y derivados, en sí muy útil, sino por el cuidado y detalle en la delimitación de los contextos personales y colectivos necesarios para entender el significado de cualquier imagen espontánea de la psique individual y del comportamiento correspondiente. Es decir, esta obra presenta tanto la teoría como la práctica de la psicoterapia de Javier Castillo.
El autor sólo pretende hacer explícitos los presupuestos teóricos puestos en juego en su labor asistencial. Presupuestos que surgen de la historia de la psicoterapia moderna inaugurada por Freud y diversificada en el siglo XX. Junguiano confeso, Castillo se sabe hijo de ese desarrollo y no descalifica ninguna corriente sino que ve la complementariedad de todas ellas. Intenta ser justo con el esfuerzo de los diferentes tipos de profesionales –en la actualidad son más de 700 las formas de psicoterapia- y sabe que sólo puede dar fe de su específica perspectiva personal. Perspectiva construida a lo largo de tres décadas de formación, trabajo clínico y organizativo en el ambiente profesional de nuestro país.
No está de más recordar sumariamente la naturaleza de este ambiente profesional para calibrar el carácter de este libro. Empezando por la penetración del psicoanálisis y de las diversas psicoterapias en España. Es conocido que la primera edición internacional de las Obras completas de S. Freud es la española, iniciada en 1920. Finalizaba con ello una etapa inaugural que comienza en 1893 y que en esa veintena de años lleva a psiquiatras, médicos, juristas, psicólogos, pedagogos, dramaturgos, novelistas y cineastas a interesarse de forma entusiasta o crítica por la novedad que entonces suponía el psicoanálisis, en sus formulaciones freudiana, adleriana y junguiana. El desarrollo de la psiquiatría española después de la primera guerra mundial experimenta una aceleración en la II República, periodo que supone para el psicoanálisis su implantación universitaria, asistencial, académica y editorial.
La guerra civil desencadenada por la rebelión militar entierra entre sus escombros esa sólida neuropsiquiatría que articulaba neurología cajaliana, psicología experimental, psiquiatría kraepeliniana, psicología profunda y pedagogía psicológica. En el seno de la trágica diáspora hay bastantes psiquiatras, entre ellos el primer psicoanalista español reconocido por la Asociación Psicoanalítica Internacional, Ángel Garma, o Emilio Mira y López, primer catedrático de psiquiatría y autor del primer manual de psicoanálisis en España. En la posguerra, dominio profesional y académico de una psiquiatría militar y nacional-católica, que no cejó en atacar, más que criticar, a la psicología profunda; debacle de la industria editorial; prohibición de las obras de Freud… Un panorama pesimista que sólo aliviaba saber que el impulso tomado por el psicoanálisis antes de la guerra fructificaba en Argentina, cuya producción editorial sostendría las necesidades de España, y en Canadá.
Los esfuerzos inauditos de un pequeño grupo de psicoanalistas, entre ellos Juan Rof Carballo, a partir de los años cincuenta del siglo XX, alumbrarán en la década de 1960 una cierta organización profesional y la leve penetración social de la psicoterapia. La formación de psicoanalistas empieza a reglarse y van abriendo gabinetes de psicoanálisis psiquiatras y psicólogos que han realizado un análisis didáctico, pertenezcan o no a las distintas asociaciones. El hito de este tiempo es la creación de una comunidad terapéutica psicoanalítica a finales de los años cincuenta. Los psicoanalistas de esa época, sobre todo psiquiatras, integraron en el sustrato freudiano todos los desarrollos psicoanalíticos, sin exclusión de escuelas. Críticos con la rigidez de las instituciones psicoanalíticas y abiertos a cualquier desarrollo en el ámbito de la psicoterapia, estos primeros profesionales tiñeron el psicoanálisis español de un carácter sincrético y plural, libre, que ha permanecido hasta hoy. Un psicoanálisis ajeno a la universidad y la academia por orden ministerial.
En la década de 1970, cuando Javier Castillo inicia su formación, aparecen en la profesión las psicoterapias humanistas y, bien entrada de década, la renovación lacaniana. En la universidad, sobre todo en las facultades de psicología, el psicoanálisis deja de ser negado, poco más. Los psicoterapeutas se van posicionando en las distintas corrientes y sus diversas didácticas, creándose una ambiente profesional más sólido y diferenciado, más relacionado internacionalmente a partir de los renovadores años ochenta.
La formación de Javier Castillo ha ido al compás de su tiempo. Su análisis personal y didáctico le pone en contacto progresivamente con varios analistas de distintas escuelas: clásica, reichiana, lacaniana y junguiana. Su interés por las psicoterapias humanistas, cuyas técnicas utiliza, le conduce naturalmente a la psicología transpersonal, con conocimiento in situ de la vía chamánica. En ese tiempo ha sido uno de los impulsores de la organización profesional de la vegetoterapia reichiana y de la psicología transpersonal. Todo ello evidencia el carácter integrador de su psicoterapia.
En este libro, el autor quiere, “a partir de mi experiencia clínica exponer la forma de concebir las relaciones entre la mente y el cuerpo y su vinculación con el sufrimiento”. En su disertación, organizada en cuatro partes y una conclusión, Castillo va pasando revista a las formas y sentido del sufrimiento. Para ello establece un espectro de la consciencia (mágica, imaginal, yoico-mental y analítico-integrativa) en el individuo y en la epistemología. Le sigue una consideración amplia de la depresión, desde presupuestos dinámicos, antropológicos y arquetipales, y de la psicoterapia que puede hacer del sufrimiento un autoconocimiento. Corona este libro el análisis arquetipal del gnóstico Himno de la Perla.
Dentro de la escasísima producción editorial de la psicología analítica original en nuestro idioma, centrada en estudios académicos más o menos eruditos de la obra de Jung, Javier Castillo introduce la dimensión clínica y la obra de los posjunguianos. No es poco. Queda ahora al lector internarse en las páginas que siguen y extraer sus propias conclusiones.


Enrique Galán Santamaría