viernes, 9 de marzo de 2007

Los sueños en la vida, la enfermedad y la muerte


Publicado por Biblioteca Nueva, Madrid, 2005.

En este apartado quisiera volver sobre el aspecto básico de ese finalismo, la función de compensación, introduciendo además otras dos funciones complementarias que hasta ahora no se han tocado: la prospectiva y la reductiva.
Como ya hemos comentado en múltiples ocasiones, desde la perspectiva de la psicología analítica el sueño tienen como función básica la compensación, en el sentido de autorregulación del organismo psíquico. El inconsciente, por mediación de las imágenes oníricas, contribuye a enderezar determinadas actitudes de la conciencia que por su rigidez y unidireccionalidad se han vuelto perniciosas para el desarrollo del sujeto. Aunque a veces la compensación puede ser directa (por ejemplo, el sueño en donde empequeñezco), lo usual es que, a través de determinados personajes y de sus respectivos dramas, los sueños nos ofrezcan la posibilidad de diseñar un mapa que nos sirva de orientación en nuestra actividad consciente, integrando parte de ese mundo interno y propiciando cambios en nuestra conducta.
Como ejemplo de sueño de compensación, me gustaría analizar el siguiente material, propuesto por una de mis pacientes:

Estoy en el desierto, ante construcciones de barro, huyendo porque tengo algo que ellos quieren (se trata de un grupo de gente indiferenciada). Llego a otra edificación donde hay celdas, como si se tratara de un monasterio. En esta construcción hay un monje. Aparecen unas manos y lo estrangulan. Una voz me dice lo increíble es creíble y lo creíble es increíble.

En la sesión, la mujer asoció al monje con un sujeto espiritual e introvertido, cuya actitud austera propiciaba la entrada en contacto consigo mismo. El desierto también se asociaba con un lugar de meditación. En la situación consciente de la analizada existía una gran preocupación por lo que a ella se le aparecía como su desarrollo espiritual: por una parte, había descubierto su facilidad para utilizar la imaginación como instrumento con el que trabajarse a nivel interno, pero por otra el recurso a esa herramienta le producía un cierto temor a perder el control y la seguridad, lo cual le hacía evitarla. Por contraposición, en la terapia caía en una posición exageradamente productiva, en donde lo importante era que yo le analizara el mayor número de sueños. Era evidente que con su talante estaba estrangulando el trabajo espiritual e impidiendo que lo invisible (la dinámica del inconsciente) se hiciera creíble, al mismo tiempo que seguía con su actitud extravertida, que le impedía escapar de lo ordinario. En este caso, el sentimiento de miedo no era un mecanismo saludable que le permitía protegerse de un derrumbamiento de su personalidad, sino un temor infantil ante la posesión de su complejo materno (necesidad de seguridad y protección). En definitiva, el sueño, con el motivo central del estrangulamiento, señalaba a la paciente que tenía ante sí una serie de posibilidades vitales que estaba reprimiendo. Escuchar el mensaje del inconsciente implicaba en este caso modificar su actitud represiva, realizar un esfuerzo de introversión y profundizar en su práctica meditativa mediante la imaginación. En este sentido el sueño, con sus imágenes, compensaba la actitud consciente de la soñante.
Tras el análisis de este sueño de compensación, me gustaría dar un paso más en mi estudio de las funciones del inconsciente para hablar de una muy importante pero que hasta ahora no hemos tocado: la prospección. Jung definía la función prospectiva como la posibilidad de anticipación en lo inconsciente de futuras acciones conscientes, es decir, una especie de ejercicio preparatorio o anteproyecto.[1] Se trata de una combinación anticipada de probabilidades que puede coincidir con el curso real de los acontecimientos, aunque no tenga por qué hacerlo en todos sus detalles. El sueño podría proponer actividades específicas para facilitar la salida de determinados conflictos. El autor suizo nos previene ante una posible sobrevaloración de esta función que nos lleve a pensar que los sueños son “conductores de almas” capaces de proporcionarnos instrucciones infalibles para dirigir nuestra vida.
Otra de mis pacientes tuvo un sueño que me parece un excelente ejemplo de la función prospectiva del material onírico:

“Estoy dando un masaje a una persona. Voy al baño y no paro de sangrar. Vuelvo y veo mi madre que me dice que no me puedo ir de allí y dejar a la persona. Estoy enferma, la persona se marcha y el cuarto se convierte en una iglesia.”

La analizada, en su realidad cotidiana, se veía “desangrada” en la medida en que no paraba de darse a los demás, como había hecho su madre con su familia. La identificación con el complejo materno hacía que la paciente se quedara sin vitalidad. Ante esta situación, el sueño propone una solución: la transformación de la sala de masajes en una iglesia. Lo que podemos traducir como la renuncia a una actitud extravertida, donde la ayuda y la relación con los demás se convierten en “una pérdida continua de sangre”, y la adopción de una actitud mucho más recogida, donde el cuarto se convierte en un espacio de introversión y búsqueda interna.
Como último punto de este breve repaso a las funciones de la producción onírica, me referiré a la reductora. Esta función se encuentra vinculada al trasfondo personal del individuo, y en ella los deseos sexuales reprimidos, incluidos los infantiles (marco de referencia del psicoanálisis), y los complejos vinculados al poder (marco de referencia de la psicología individual) adquieren un protagonismo relevante. Un joven analizado tuvo el siguiente sueño:

Estoy en presencia de una mujer muy guapa, aunque mayor. Creo que es una actriz conocida. Siento deseos de mantener relaciones sexuales con ella.

El paciente, que ya había cumplido los 18 años, se había atrincherado en su habitación, siendo su única distracción los juegos con el ordenador, con los que consumía buena parte de su tiempo. No tenía conciencia de sentir deseos de cierta pregnancia de mantener relaciones sexuales, y ni siquiera existían fantasías que acompañaran a prácticas masturbatorias. Su posición frente al mundo era de un infantilismo muy intenso, con grandes dificultades para la extraversión. En el sueño, resulta claro que su inconsciente ponía en evidencia determinados deseos, cargados por otra parte de una carga edípica, que su conciencia no llegaba a aceptar.
En resumen, podemos decir que para la psicología analítica la función primordial del sueño es la de la compensación, que permite a la conciencia corregir su dirección en vías de la individuación. Esta función puede ir acompañada de otras, como la prospección, que facilita determinadas claves para que esa corrección pueda ser directa, aunque sin excluir la aparición de sueños ligados al mundo instintivo y personal, ante los que cabe hablar de una función reductora.


[1] Jung, C.G., Energética psíquica y esencia del sueño, Paidós, Barcelona, 1995.

Psicología analítica e integración


Publicado por La Nau LLIbres, Valencia, 2002.
En la actualidad, el mundo terapéutico que encontramos dentro de la psicología se nutre de muchos años de experiencia; quizá en el momento histórico que nos encontramos vaya siendo necesario relacionar toda la riqueza conceptual de los diversos modelos, a través de modelos globales que respeten las diferencias epistemológicas que configuran las diversas corrientes, pero al mismo tiempo nos den una visión más completa del acontecer clínico.
Es quizá esta visión la que más nos pueda acercar al verdadero “opus alquímico”, a “La coniunctio”, a la integración de los contrarios. Tema no sólo desarrollado de forma muy importante en la tradición taoista, sino también en los planteamientos de la alquimia que marcarán una buena parte del saber Europeo del siglo XI al XV y que, de igual forma que la psicología analítica, buscaron el equilibrio emocional y la integración a través del análisis y síntesis de los opuestos (estos últimos a través de procesos pseudo químicos donde la proyección de la psique era evidente).
Una buena forma de acabar este trabajo puede ser la inclusión de dos citas, de tintes alquímicos, extraída la primera de la obra de Jung, la segunda de von Franz, citas que puede coincidir con los deseos de este autor con relación a los futuros planteamientos de investigación en este terreno.

El querer siempre tener razón y aquellas distinciones conceptuales que muchas veces deslucen a la teología y a la filosofía son cosas que apenas se encuentran en la literatura alquímica. La causa de esto probablemente estribe en las circunstancias de que la verdadera alquimia nunca fue un negocio o una carrera, sino un opus propiamente dicho, que se cumplía con un trabajo silencioso y sacrificado.[1]

Debemos saber qué prejuicios tenemos, aunque de todos modos podamos conservarlos y decir que nos gustan, aunque reconocemos que es posible pensar de otra manera y que es un hecho que las opiniones difieren. Esta amplitud mental es necesaria si deseamos analizar objetivamente a la gente, y no ser los propagandistas de una orientación;un analista debe ser de mentalidad abierta y ver qué es lo que la naturaleza interior del analizado configura como proceso de curación.[2]


[1] Jung, C. G. Psicoogía y Alquimia. Santiago Rueda 1957, pag 338.
[2] Von Franz, M. L. Alquimia. Luciérnaga 1991,pag 81